Fui a la capital del Douro, muy ilusionado con la idea de hacer una buena marca. La maraton de Bruselas y la media de Pontevedra me hacían ser muy optimista y pasé los últimos días barajando en qué tiempos moverme entre las 4h y las 4h 15.
Hasta allí nos fuimos el sábado a mediodía acompañados de toda la familia, Raquel, Ana, Litos y Gesto, dispuestos a animarme a lo largo de todo el recorrido.
Amaneció un día precioso, repleto de una luz intensa pero con un viento que ya a primera hora, hacía presagiar una muy dura jornada.
En la salida, maravilloso ambiente, con megafonia animando a los muchos corredores españoles en español, y la presencia estelar de Martín Fiz y Abel Antón.
Emocionante fue encontrarme con mi buen amigo Alberto Costilla "el sombrilla" y su esposa, justo en el momento de la salida.
Como vengo haciendo últimamente, aguarde a que la carrera se lanzase y cuando ya había un hueco de al menos 200 metros desde la cola del pelotón, comencé a correr.
Ya en la subida hacia la plaza de Boavista, di alcance a muchos corredores, y me junté con Alberto. Con él recorrí unos 12 kms hasta que lo fui dejando atrás, casi sin darme cuenta. Alberto es un tipo estupendo, que va haciendo fotos y gravando la carrera mientras corre. Por supuesto provoca en los espectadores un sentimiento de entusiasmo que hace que correr a su lado sea un continuo sucederse de ánimos y vivas a España. Aunque parezca mentira, el domingo último había finalizado una prueba de 166 kms en 27 horas; una más que sumar a su inigualable palmarés en torno al centenar y medio de maratones y ultramaratones, y ha venido en coche hasta Oporto junto a otros dos colegas levantinos.
Me encontraba muy bien y pese a que el viento en contra era incesante y dificultaba la zancada, fui cubriendo kms a muy buen ritmo. Así pasé la medio maratón en 1 hora y 59 minutos. Pero el viento iba haciendo su labor de desgaste y así poco a poco fui notando que en torno al km 30 dejaba de adelantar corredores y me estancaba en torno a los 6 minutos por km.
Poco después y ya de vuelta hacia la meta, el viento amainaba y comenzaba a hacer calor. Pese a la abundante vaselina que me di, el viento provocó que me rozase hasta dejar el dorsal teñido de sangre. En el km 35, llegó la crisis. Allí estaba esperándome el temido hombre del mazo y no había posibilidad de rescate.
¡Cómo eché de menos a mis queridos colegas del trotadas, sobre todo a Miguel Angel y a Paco Bao, que a buen seguro me hubiesen puesto las pilas en un trago tan amargo. No sé que pasó. Tal vez fui demasiado al límite, o me desgaste a causa del viento, o no bebí más que agua, el caso es que no podía correr. En pocos metros pasé de ir a buen ritmo a tener que caminar. Y practicamente allí se acabó todo. Todo lo ganado no valía para nada. Tenía que acabar caminando como fuese, viendo como me caían los minutos hasta finalizar exausto en 4h y 25 minutos. Acabé el 1472 de los 1668 que llegaron a meta. Y llegué tan hecho polvo que no pude ni quedarme a esperar a Alberto, que a punto estuvo de alcanzarme en el tramo final.
Como dato positivo, que mi palmarés maratoniano deja atrás los locos sesenta (locos por las muchas maratones que hice en el extranjero en esa "década") y entra en los setenta, aunque sea en plena crisis.
Ahora toca reflexionar, tomarme unos días de descanso (al menos lunes y martes) y planificar el futuro para llegar algún día, si dios quiere, a los ochenta.
Por supuesto, Oporto, sigue siendo un disfrute para la vista y para el paladar y además pudimos ver la fiesta de "las latas" en la que los "caloiros" comienzan su "praxe" a las órdenes de los "doctores". Todo un espectáculo de la tradición universitaria de la ciudad.
