lunes, 17 de noviembre de 2014

III MARATON TOROZOS

Hace un año, Miguel y yo, tuvimos el placer de participar en la maratón de Torozos, en la provincia de Valladolid. Fue tan bueno el sabor de boca que nos quedó, que decidimos repetir en la edición que se celebraba ayer, 16 de noviembre.

La maratón de los montes Torozos, recorre los cuatro ayuntamientos de la comarca en un trazado circular, y va cambiando en cada edición, el pueblo de salida y meta, de manera que todos tienen la misma importancia. Cumple así la doble función de fomentar esta exigente modalidad deportiva con la de servir de promoción turística de la zona.


Al igual que sucede con nuestra maratón de Valdeorras, no se trata de una prueba de carácter estrictamente competitivo, sino que los participantes, recorren los primeros 30 kms en grupos a distintos ritmos conducidos por corredores expertos, y solo en los últimos 12 kms, cada uno adopta el ritmo que mejor le conviene.


El trazado combina las largas rectas del páramo con las suaves bajadas a las vaguadas del llano y las sinuosas subidas que devuelven las carreteras comarcales a la meseta castellana.


Se trata de un paisaje duro, de la Castilla más recia, en el que los horizontes se pierden en el infinito, solo roto en su monotonía por los alcores y las piedras calizas amontonadas, por árboles aislados que bordean los caminos, y de un tiempo a esta parte, por los numerosos aerogeneradores eléctricos.


Y si el paisaje es recio y adusto, no lo es menos la climatología, en esta época aún más si cabe, con ese frío que corta la respiración y ese aire gélido del que nunca puede uno guarecerse lo bastante.


Al menos, en la jornada de ayer, tuvimos la fortuna de que no nos llovió y hasta incluso un tibio sol de otoño quiso acompañarnos en algún momento de la mañana.


En la salida pudimos saludar a varios amigos, como Ramón Varela, del club Peña Trevinca de Vigo, que había pasado el fin de semana en el albergue de la localidad, o Gabriel Ruiz, el infatigable organizador de las maratones amigas de Palencia, Aguilar y Boedo ¡ahí es nada!


Desde la salida nos quedamos formando un trio de cola con Babi, un navarro animoso que había salido a las tres de la mañana para estar presente en la carrera, y con quien compartimos anécdotas y sudores.


Los organizadores dispusieron un numeroso grupo de voluntarios para señalizar perfectamente cada desvío y para acompañar en bicicleta a cada participante a lo largo de todo el recorrido.


Desde la salida en Peñaflor de Hornija y hasta el km 28, mantuvimos perfectamente el ritmo que nos habíamos marcado de 6:30 por km. recuperando en las bajadas lo que perdíamos en las subidas.


Así y en animada conversación atravesamos la localidad de San Pelayo, y los ayuntamientos de Torrelobatón, con su señorial castillo medieval, y Castrodeza.


Fue precisamente al llegar a Castrodeza, cuando sentí unos pinchazos en la tripa y tuve miedo. Había pasado la noche devolviendo y sentí que podía pagar muy caro el esfuerzo, así que decidí no condenar a mi amigo Miguel a un suplicio innecesario y le di carta libre para proseguir corriendo a su ritmo.


Para ello, era necesario que yo me retirase, ya que en caso contrario, Miguel no me hubiera dejado nunca tirado en la carretera. Liberado ya del lastre que supone correr a mi lado, Miguel comenzó a volar contra el viento, camino primero de Wamba y luego de Peñaflor, adelantando a un rosario de corredores, que castigados por la subida final, se veían obligados a caminar en busca de la meta. Yo tuve la satisfacción de con Merce y Raquel, seguir el resto de la prueba, animando a los corredores de cola, y por supuesto con especial entusiasmo a mi amigo Miguel.


Al final, Miguel entraba pletórico, en el puesto 89 de los 104 participantes que finalizaron la carrera, en un tiempo de 4h y 22 minutos. Allí nos esperaba un caldito y una taza de chocolate para reponer fuerzas.





La organización, había dispuesto varios sitios habilitados para ducharse. Nosotros lo hicimos en una residencia de ancianos, en donde nos trataron con gran cariño y todas las facilidades para que no nos faltase agua caliente. Luego pudimos degustar un cocido repartidos en distintos bares de la zona. Ahí no tuvimos demasiada suerte, por un problema de la cocinera con el tocino, pero aún así, disfrutamos de la compañía de otros corredores y pasamos un rato muy ameno.




Para finalizar la jornada nos hicimos unas fotos en uno de los miradores de Peñaflor y luego aprovechamos para visitar el cercano monasterio cisterciense de la Santa Espina.

Dentro de un año se celebrará la IV edición con salida y meta en Torrelobatón. Sin duda que allí estaremos de nuevo, los dos con nuestras esposas (salvo que se aburran antes de nosotros), a las que nunca agradeceremos lo bastante la paciencia que tienen para seguirnos y animarnos.

Gracias a los organizadores, voluntarios y demás, muy especialmente a los integrantes del club trotapinares de Valladolid, uno de los más veteranos y entrañables de la península, y sobre todo a Abel, alma mater de la organización y a su hijo Alberto. Es de destacar como con mucho esfuerzo y cariño puede organizarse una prueba de este tipo, tan compleja y difícil, en una comarca tan extensa y poco poblada, como desconocida para el gran público, pero hermosa y digna de ser visitada. Gracias una vez más y enhorabuena a todos.

Hasta el 2015, en el que tendremos mucho más y mejor.

3 comentarios:

BaoEs dijo...

Un HURRA por los MARATONIANOS...

Yo también os quiero.....

Annie dijo...

Envidia total... eso es lo que me dáis.
Yo de mayor quiero ser como vosotros!!!
Espero veros pronto en las carreras! Un abrazo

Miguel Ángel dijo...

Carlos, que bonita crónica y que emotiva la entrada la llegada dándolo gracias tu apoyo constante, me daba la impresión de que todavía estabas corriendo a mi lado.

Gracias, Miguel.